Beber un té, implica realizar un milenario recorrido a través de un mapa histórico y geográfico, donde Oriente representa la cuna de la segunda infusión más consumida en el mundo después del agua, rodeada de historias, mitos, leyendas y cuentos de las tradiciones culturales que albergaron el camino de la Camellia Sinensis.
Los comienzos del té nos remiten directamente a China, esta infusión habría sido descubierta allí hace unos 5.000 años, pero los materiales y fuentes se han ido perdiendo a lo largo de los tiempos. La historia siempre repite a la leyenda del legendario emperador Shen Nung que descubrió el té en el año 2737 a.c., cuando alguna hoja de una planta de té silvestre cayó en su agua hirviendo, el emperador encontró a la bebida de su agrado, y decidió plantarla por toda China, pero esto no debe tomarse literalmente en cuenta y sí solo como una leyenda.
Hoy sabemos que el té es un alimento funcional y como tal tiene una gran cantidad de propiedades y beneficios para la salud. Estos beneficios se atribuyen a la presencia de grandes cantidades de polifenoles conocidos como catequinas, epicatequina, epigalocatequina, epicatequina -3-galato y epigalocatequina-3-galato (EGCG) que son las catequinas más importantes de esta infusión y son sustancias antioxidantes, es por esto que uno de los principales efectos que tiene el té verde es disminuir el colesterol al inhibir a la lipasa intestinal disminuyendo su absorción de la dieta, y como buen antioxidante evita el daño celular y esto ayuda a prevenir algunas enfermedades.
Muchos son los beneficios a encontrar en una taza de té, pero poco se sabe de cómo preparar el té verde, una parte importante de la preparación es la temperatura, que no debe superar los 85º y no infusionar la hebra más de dos minutos.